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Inici > Visita a la exposición “William Morris y el movimiento Arts&Crafts”

Exposición “Els plaers de mirar. Tresors del fons bibliogràfic de la Universitat de Barcelona”. Museu d’història de Catalunya, Febrero 2018

Para algunos de nosotros, la figura de William Morris está asociada a la edición de unos libros muy singulares que suelen figurar en catálogos ingleses bajo el epígrafe de “Private Press”. Unas obras que tienen como mérito pertenecer a ediciones muy cuidadas y estar engalanadas con atractivos elementos ornamentales, tanto en sus páginas –orlas o letras capitales– como en las ilustraciones que jalonan el texto. Unas obras que no pasan desapercibidas a los amantes de la bibliofilia, y que al ser sostenidas en las manos y hojearse con delicadeza, suelen evocar un esmerado buen gusto y transmitirnos el grato placer que emana de su posesión y reflexiva lectura. Para los amantes de las bellas ediciones, que disfrutan con el encanto de una clara tipografía, las exquisitas ilustraciones que amenizan sus páginas, o las esmeradas encuadernaciones que las cobijan, se trata de unas obras muy estimadas, cuyos creadores supieron sintonizar con el hermoso arte de la impresión cultivado por célebres protagonistas del pasado y que siempre tendrá sus incondicionales seguidores.

Sin embargo, William Morris fue mucho más que un editor de obras que conjugan buen gusto y fina sensibilidad estética. Sus aportaciones a campos muy diversos son las que le han granjeado el honor de ser el protagonista de una exposición en el Museu Nacional d’Art de Catalunya. Aunque su notoriedad y principal aportación profesional están asociadas al diseño, su talento e influencia se manifiesta en obras tan dispares como edificios arquitectónicos, la dirección de un taller desde el que brindaba a la sociedad victoriana sus creaciones artesanales, así como, ya en sus últimos años y cansado de luchar contra la imparable fuerza cobrada por la monótona producción industrial, a la que calificó de ‘locura y degradación de esta civilización’, otras tareas con las que trató de llegar y sensibilizara mayor parte del público, como fueron la de editor, ensayista y político. Tal como proclamaba una afirmación su ya plasmada en la pared de la primera sala, ‘No tengas nada en tu casa que no sepas que es útil o que no consideres bello’. Es esta dimensión de su personalidad, la creatividad puesta en el diseño de obras cotidianas, lo que la exposición trata de resaltar y mostrar al público curioso, relegando casi a nivel de anécdota su contribución a la actividad editora.

En efecto, el británico William Morris (Walthamstow, Essex, 1834; Londres, 1896) fue un artista que trató de influir y reconducir las tendencias dominantes de la creciente y deshumanizada industrialización que venía experimentando su país, aportando buen gusto y valores estéticos al creciente diseño industrial y las artes decorativas. Una sensibilidad que fue difundiéndose e incorporando a algunas de las nuevas profesiones surgidas en esos momentos, desde el diseño de muebles a los clásicos papeles pintados o tejidos que amenizan sus estancias. Todo su quehacer estuvo presidido por la máxima de un trabajo bien hecho. Como nos explicó nuestra guía, la estudiosa Julia Brugada, sus raíces familiares preceden a la Inglaterra Victoriana, albores del siglo XIX. Como miembro de una familia acaudalada, tuvo una educación privilegiada en la elitista universidad de Oxford. Será en esta temprana etapa de su vida cuando conocerá a algunos de los actores con los que compartirá ideales y afrontará en el futuro algunas de las iniciativas comerciales que le proporcionaron fama y reconocimiento, especialmente las relacionadas con el diseño industrial. Consciente de que la incesante industrialización de su país se hallaba más preocupada por acrecentar la producción que por los valores artísticos que debían mostrar los sucesivos objetos que ofrecía, abrió su propio taller pensando en la creación de productos populares cuyos diseños encerraran un mayor gusto estético, gracias a la recuperación de valores ornamentales propios de la tradición occidental.

La exposición, ilustrada con unas trescientas piezas, trata de brindar al público una idea de su trayectoria vital, avalada con selectos ejemplares de las obras que diseñó. Su concepción cronológica explica la secuencia y la disposición de las piezas que contiene. Ubicada en diversas salas de su planta baja, la primera nos desvela sus primeros años de existencia, los que van de 1834 a 1860. Su título era “De los orígenes a la Red House (1834-1860)”.Claramente visibles en sus paredes aparecían algunas frases o lemas que ilustraban las brillantes ideas que guiaron sus primeros pasos, como la sencillez, la simplicidad y la honestidad. También descubrimos que fue durante sus años de estudiante universitario cuando concibió su ideal de acercar las llamadas artes mayores a las menores, o viceversa: el arte a la artesanía o la artesanía convertirla en arte. La siguiente sección estaba dedicada a evocar sus primeros años de actividad laboral, tras su matrimonio y el profuso diseño de las habitaciones del edificio que se construyó como residencia en las afueras de Londres, acabado en 1860. Era conocido como la “Red House”, debido al color del ladrillo de sus fachadas y demás elementos de la misma, como el pozo. Un clásico edificio victoriano, sólido, espacioso y nada pretencioso, ubicado en Bexleyheath (lugar algo alejado del centro de Londres), en el que instará su estudio y comenzará a trabajar. Además de su puntual labor como artesano, en la sala vimos algunos de los singulares muebles que construyó, así como otros curiosos elementos decorativos que nos recordaban las clásicas residencias inglesas como eran sus lámparas. Un paisaje doméstico que la literatura y el cine nos ha retratado espléndidamente y contribuido a fijar en nuestra memoria.

A dicho apartado secundaba el dedicado a mostrarnos algunos de los objetos que ofrecía su recién inaugurado taller o empresa, cuyo título era ‘Morris, Marshall, Faulkner & Cª.’ (1861-1896). Una dilatada etapa de su vida que finalizará bruscamente en 1896, con su fallecimiento. Las piezas expuestas eran muy diversas, yendo desde vidrieras que decoran algunos edificios religiosos, a objetos de cerámica popular. Una de las aportaciones por las que su establecimiento fue más conocido era el diseño de papeles pintados para vestirlas estancias domésticas. También, tejidos, terciopelos estampados y tapices, estos últimos confeccionados bajo la supervisión de su esposa, dotados de vivos colores. Sus catálogos comerciales, con el muestrario de sus delicados productos, constituyen verdaderas manifestaciones artísticas que atesoran su acusada sensibilidad y preocupación por el trabajo bien hecho. Unas creaciones, especialmente las vidrieras, inspiradas en los gustos y tradición medieval. Más adelante, también ofreció al público interesado otros papeles pintados, caracterizados por un estilo más floral y geométrico, cuyos tacos xilográficos se hallaban expuestos en vitrinas de la sala. Al examinarlos pausadamente nos asaltó la duda de su posible inspiración en otras culturas. En efecto, quienes hayan recorrido otros países habrán tenido la oportunidad de comprobar cómo se confeccionan todavía algunas telas estampadas, aplicando similar procedimiento. Cabe suponer que se trata de una ingeniosa invención que, con mayor o menor habilidad y elegancia, cuenta con un dilatado pasado en todas las culturas.

La siguiente sala estaba destinada a ilustrar el cambio de mentalidad que acusa en sus últimos años de vida, fruto de la lectura, contactos establecidos y reflexiones efectuadas acerca de las nuevas ideas políticas que iban surgiendo, como el marxismo. Abrazó un socialismo de rostro humano, llegando a componer el carnet de afiliado de la “Democratic Federation”, ilustrado con los lemas de la revolución francesa y otros cobijados bajo la solidez que representa el roble, como la educación, la solidaridad y la participación. Es en esta etapa de madurez cuando llega a la convicción de que puede ejercer mayor influencia en la sociedad a través de la escritura y la producción literaria. La obra en la que nos lega sus ideales sociales es News from Nowhere, alumbrada en 1892, un testamento en el que proclama su inquietud estética. También fue autor de la obra How I become a Socialist, aparecida en 1896. Como es lógico, algunas de las vitrinas de la sala lucían testimonios documentales de su selecta obra editorial, salida de la Kelmscott House Press, instalada en Hammersmith, más cerca del centro de Londres que su anterior residencia, cuyos ejemplares permitían admirar, tanto sus elegantes portadas, como páginas en las que se exhibían los bellos y abigarrados diseños de su caja, los elegantes tipos que elegía y los profusos detalles ornamentales que decoraban los ejemplares que alumbró. También se ocupó de diseñar encuadernaciones, siendo una muestra la que viste la obra de K. Marx, El Capital, que poseía en francés, al ser adquirida antes de ser vertida al inglés (ilustrada en el catálogo). Por otra fuente hemos sabido que se ocupó igualmente de la producción de su propio papel, personalizado con su filigrana o marca de agua formada conbarrocas letrasen su centro. Dicho instrumento se conserva en el pequeño museo dedicado a la industria editorial que trata de preservar la biblioteca principal de la Universidad de Cambridge, donde tuvimos la oportunidad de examinarlo gracias a la amabilidad de su responsable.

La última sala ilustraba el amplio eco alcanzado por sus ideales estéticos, con la notable influencia ejercida en creadores, tanto del Reino Unido como de la Europa Continental, especialmente Alemania y Austria; también de Estados Unidos. Su título era “La difusión internacional de los ideales Arts & Crafts”. Aquí admiramos algunos colosales carteles publicitarios creados para anunciar sus exposiciones, junto a obras alumbradas por sus discípulos o personas en las que se advierte claramente su influencia. ¡Quién no tiene grabados en su memoria los evocadores carteles publicitarios dibujados por célebres artistas para casas comerciales surgidas en Cataluña, o de eventos internacionales celebrados en Barcelona en los albores del siglo XX; unas estampas efímeras que son afanosamente buscadas por coleccionistas y diseñadores de interiores! Como nos recordó de nuevo nuestra anfitriona, sus propuestas fueron adoptadas y seguidas en otros países en los que comenzaba a cobrar importancia la publicidad y el consumo. Una etapa histórica que coincide con la adopción y triunfo del modernismo en Cataluña, movimiento cultural y artístico con el que posee muchas similitudes en cuanto a los diseños promovidos, caracterizados por el buen gusto y la voluntad de dotar de reconocimiento a lo que hasta ese momento se consideraban artes menores del diseño o la producción industrial. Afortunadamente para nosotros, el Paseo de Gracia atesora testimonios memorables de esta brillante labor artesanal en el interior de sus edificios, comenzando por sus escaleras, lámparas, ascensores y acabando en el interior de las plantas, con sus puertas, pomos o herrajes.

En definitiva, una personalidad que con su depurada aportación material aspiró a que toda la sociedad disfrutara de las obras artísticas, la libertad y el buen gusto fruto de una sensibilidad estética. Unos valores que trató de incorporar a sus productos y con los que contribuir a hacer una vida más grata y mejor, rompiendo la esterilidad estética y estrechos corsés que iba imponiendo la industrialización y los principios que la gobernaban. Para quienes deseen ahondar en la importancia de su obra y en sus ideales tienen a su alcance el grueso catálogo William Morris y Compañía: el movimiento Arts & Crafts en Gran Bretaña, editado por M. Fontán del Junco y Mª. Zozaya (Barcelona, MNAC; Madrid, Fundación Juan March, 2017), con contribuciones diversas entre las que, para quienes amamos la bibliofilia, desgraciadamente, no encontramos alguna referida al tema de la edición selecta, aunque sí numerosas ilustraciones de páginas o portadas de las mismas. Y cerramos esta breve reseña con algunas de sus evocadoras afirmaciones: El verdadero secreto de la felicidad se halla en sentir un genuino interés por los pequeños detalles de la vida cotidiana; No distinguir entre arte y trabajo; o Crear cosas y disfrutar haciéndolas.

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